Desde pequeña siempre he sido muy libre y ya a los cinco años tuve mi primera bicicleta. Aún siendo la menor de ocho hermanos, aprendí sola, a base de caídas y golpes, las cuestas eran lo que más me gustaban, y ahí fue donde me fui soltando.
Con el paso del tiempo, la bicicleta se me hizo pequeña y me tuvieron que regalar otra más grande. ¡Era la niña más feliz del mundo y la más libre!
En mi barrio nos juntamos todos y quedábamos para ir a la “Coquina”, una zona del pueblo, donde hacíamos carreras y la ganadora siempre era yo. Estaba todo el día montada en la bicicleta, iba a la playa, a los pinares… incluso poníamos cajas para saltarlas. La verdad es que estaba un poco loca, y lo sigo estando… ¡Me encantaba!
Más tarde llegó la etapa del trabajo, pero seguí firme con mi bicicleta. Me gustaba ir al trabajo en ella hasta que no tuve más remedio que cambiarla por la moto. Cuando me casé y fui madre, tuve que dejarla aparcada por falta de tiempo.
Cuando los niños ya crecieron, necesitaba más tiempo para mí porque estaba agobiada, y casualmente por las redes sociales contacté con una chica que hacía rutas y quedadas en bici y me hizo recordarlo todo. Tuve al principio mis dudas, pero al final me decidí a hablarle y me metió en un grupo donde hacían quedadas, y de esa manera me inicié de nuevo en este mundo.
Mis primeras quedadas las hacía con mi vecina Mari Carmen. Ella también era muy aficionada y poco a poco se metió en el grupo conmigo. Hicimos más quedadas, una de ella fue a los pinares en las trialeras, y fue una experiencia inolvidable.
Cada día íbamos haciendo rutas más largas por toda la provincia de Cádiz: Conil, Medina... y yo misma me iba quedando con las rutas y las organizaba con más gente que conocía. Fue entonces cuando empecé a tener ganas de hacer mis propias quedadas, por lo bien que me lo pasaba, las risas, anécdotas…
Una de esas tardes mirando por las redes sociales, me enteré que hacían cursos de líderes de Women In Bike. Se lo comenté a mis compañeras, y me animaron a que lo hicieran para que yo crease mis propias rutas. Me animé y lo hice. Hice las cinco quedadas para poder ser líder, y ya con ellas, por fin, ¡fui líder!
Es la mejor decisión que tomé porque me sirve para despejarme, además de hacer ejercicio, conocer a gente y superarme día a día. Este deporte me ha unido más si cabe a mi pareja porque también se ha animado a seguirme en esta aventura, y también a muchos amigos con sus parejas que todavía no se creen como he podido engancharlos a este maravilloso mundo en el que pienso quedarme durante mucho tiempo, mientras nada me lo impida.
Rocío Montero
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